En relación de dependencia

Juro que difícilmente habría de ocurrírseme encarar el particular tenor de este artículo si no hubiera presenciado un percance urbano entre una pareja de adolescentes con el consciente transformado transitoriamente:

Ambos circulando por una calle céntrica, abstraídos por la atención exclusiva a sus teléfonos celulares. Me detuve. Temía lo peor. Efectivamente. CHOCARON CON ALBOROTO. Él, desde el suelo, por allá. Ella por el otro allá. Mirando a todos sin comprender.

CHEQUEANDO LA VIDA

Según el UNICEF, “el 80% de los chicos mayores de 10 años tienen celular en Argentina y la penetración en los adultos es del 100% ya que hay más celulares que personas”.

Pero es que, además, hace poco la cartera educativa habilitó el uso de distintos dispositivos tecnológicos en el ámbito escolar por parte de los alumnos y los docentes como recurso pedagógico didáctico, derogando así otra resolución del año 2006 que “envejecida”, lo prohibía.

El debate recién nacido, es tan antiguo como los propios celulares inteligentes: ¿CONSTITUYEN ELEMENTOS DE DISTRACCIÓN O AUXILIARES DE APRENDIZAJE? Los trompicones callejeros son aparte.

Convengamos que ES ASÍ HOY COMO FUNCIONA LA SOCIEDAD: a través de las pantallas estáticas CHEQUEANDO LOS QUEHACERES DE LA VIDA COTIDIANA. Apuntalando ilusiones perdurables en la notebook. Haciendo florituras colorinches con el fluir de nuestros sueños. Apartando a los codazos las impertinencias de frustraciones malvenidas. Zancadillas arteras a interpretaciones juiciosas pasadas de moda y modo por adultos que retacean el paso del porvenir.

El presente es, sería pues, la tele, internet, WhatsApp, chequeando el alma oculta del propio yo incierto … ¿En busca de la realidad virtual?

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RELACION FORZOSA

Hurgando en el interior de estas nuevas tecnologías y haciendo a un lado conscientemente cualquier atisbo de obcecación adepta marginal, debemos convenir que los trastornos asociados a los celulares, afecta fundamentalmente a los chicos.

La tecnología desde luego ayuda a mejorar la vida de las personas, pero usarla de manera inteligente también IMPLICA SABER ALEJARSE DE ELLA, ya que los celulares se adueñaron de sus dueños convirtiéndolos, viciosos, en una relación forzosa de dependencia.

Quiero recordar aquí que según lo aparecido hace poco en el diario “El Día” de La Plata, un profesor cualquiera quizá, pero con más de una década ejerciendo el periodismo, el escritor uruguayo Leonardo Haberkorm, renunció a seguir dando clases en la Universidad de ORT de Montevideo por no poder sobreponerse al “rival” que diariamente lo puso en jaque: el celular.

“Me cansé de pelear contra los celulares. Contra WhatsApp y Facebook. Me ganaron. Me rindo. Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa de recibir selfies”.

TIEMPO ONLINE

En la reciente Encuesta Nacional de Consumos y Prácticas Culturales Adolescentes, 7 de cada 10 adolescentes están la mayor parte del tiempo online cuando, en 2006 esa misma proporción se conectaba no más de 30 minutos diarios.

Susana Machado García, psicóloga especialista en niños y adolescentes expresó hace días en redes sociales: “Considero de mucha importancia el avance tecnológico, pero no debemos perder de vista lo necesario y positivo del desarrollo de las relaciones y vínculos reales presenciales”.

Es que, mientras tanto, y según la prueba PISA, el 53,6% DE LOS ALUMNOS ARGENTINOS DE 15 NO PUEDE RECONOCER LA IDEA PRINCIPAL DE UN TEXTO NI HACER REFERENCIAS SENCILLAS SOBRE EL MISMO.

Durante el discurrir de este artículo no pude eludir el recuerdo tesonero de aquellos adolescentes despachurrados por el suelo mirando los no sé qué de lo inesperado, erguida ante ellos la bandera ondulante de la tecnología. Chocar por chocar sería, además de cómico, inaudito y torpe.

Pero entiendo que también hoy siguen predominando situaciones en que la comunicación es más valiosa SI NO ESTÁ MEDIADA POR LA TECNOLOGÍA. Cara a cara, desafiándonos a nosotros mismos a usar o no el ipod y hasta la notebook para sentirnos a resguardo de porrazos callejeros…

Disculpen, me acaba de sonar el celu.

¡Salud!

por José Luis Montero

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