La ola de mosquitos resistentes al frío que azota a Buenos Aires no cesa y Magdalena no es la excepción.
Las fuertes y constantes lluvias que provocaron inundaciones en varias zonas de Argentina causaron distintos estragos. Pero, además, generaron una inesperada aparición: una invasión de mosquitos muy agresivos, sin hábitos domésticos y que a pesar de estar en época otoñal, no cesa. El fenómeno continúa sorprendiendo y despertando la intriga sobre la duración de su molesta presencia.
Conocidos con el nombre de Aedes Albifasciatus, forman parte de una de las 30 especies que habitan por estos lares del país, entre las 200 que existen por todo el territorio nacional. Se trata de una especie conocida como «charquero» y tiene la particularidad de ser resistente a las bajas temperaturas -tanto que incluso se los puede encontrar en Tierra del Fuego-, pero «no puede reproducirse en ámbitos peridomiciliarios y están condenados a morir», dijo a Télam el especialista del Conicet Nicolás Schweigmann.
Aunque parte del nombre lo asocie con un mosquito de sumo riesgo, el Aedes Aegypti, ambos tienen marcadas diferencias: este último solo se reproduce en recipientes o algún otro donde se acumulen pequeñas cantidades de agua clara -el Albifasciatus solo en charcos o zanjas- y, lo más importante, no es transmisor del dengue ni de otras patologías como zika, fiebre chikungunya o fiebre amarilla.
Cabe destacar que sólo pica el mosquito hembra, en horas del día, y al hacerlo inyecta una saliva que es bastante urticante. Esta especie sólo puede transmitir un virus relacionado con los caballos, pero según advirtió el especialista en Ciencias Biológicas «el ganado equino está vacunado en el país bajo la supervisión y el control del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa), por lo que no habría peligro de transmisión».
El clima húmedo conformó un escenario propicio para que sobrevivan los huevos, que las hembras dejan en las orillas de las zanjas o bordes de los charcos. Allí persisten hasta salir cuando no llueva y se comience a reducir el nivel de agua.
¿Hasta cuándo permanecerán rondando? dependerá del clima: si el tiempo se mantiene como hasta ahora pueden vivir tres o cuatro semanas. Se dice que el insecto puede vivir hasta una semana en un departamento, en tanto que, en jardines o patios, dos semanas. Y en el interior de la provincia de Buenos Aires -aquellos donde predominan los campos- pueden vivir hasta un mes. En resumen, se estima que a medida que decrezca la temperatura, disminuirán su actividad, aunque sin morir, situación en la que se resguardarán.
Fuente: Infobae