Cuando todo se venía desarrollando con total normalidad y la cuarta noche de carnaval atalayero era una fiesta, inadaptados no tuvieron mejor idea que mediante un sistema de rociador (tipo el famoso bombero loco) arrojaron agua mezclada con lavandina en los ojos de algunos menores.
Según pudimos averiguar, en un principio los autores de este hecho habrían estado jugando con agua, pero evidentemente esto no les alcanzó.
Inmediatamente los menores al recibir este líquido en sus ojos, provocando un fuerte ardor, fueron llevados al Hospital de Magdalena y antes de que terminara el corso, los animadores anunciaban por los parlantes que los niños habían sido dados de alto.
Es una verdadera lastima que estos hechos opaquen este carnaval de la familia, ya que los organizadores con tanto esfuerzo lo preparan durante todo el año para que un par de desubicados, por no decir otra palabra, de alguna manera traten de sabotear este encuentro familiar.
Tenemos que entender que esto es una fiesta popular, el que no lo entienda así, directamente que no venga. Necesitamos calidad y no cantidad.
Hoy, debemos agradecer a Dios y a nuestros profesionales por no tener que lamentar alguna secuela en estos pequeños.
De ahora en más tendremos que tomar los recaudos necesarios para que esta gente, no ingrese nunca más a un lugar así. Estos hechos no le hacen nada bien a este pueblo que trabaja durante todo un año y respira carnaval para alegría de todos.