Día del Boxeador Argentino

Hoy, 14 de septiembre, se conmemora en Argentina el Día del Boxeador en homenaje al combate que sostuvieron Luis Ángel Firpo y Jack Dempsey en el Polo Grounds de Nueva York de Estados Unidos por el título mundial de los pesos pesados de la NYSAC, y que la historia del pugilismo mundial pasó a denominar la “Pelea del Siglo”.

Firpo, pese a perder, comenzaba a escribir una de las páginas más gloriosas para el boxeo mundial. Su derrota se convirtió en leyenda y cambió la historia del boxeo, al que se lo consideraba ilegal en la ciudad de Buenos Aires desde 1982, aunque en el resto del país la actividad era normal.

El 23 de marzo de 1920 fue fundada la Federación Argentina de Box (FAB), en 1922 se divide y se crea la Asociación Argentina de Box. El 3 de febrero de 1924, a Firpo se le otorga la licencia número 1 como boxeador profesional, por ser el primer argentino en pelear por una corona mundial y por haber protagonizado semejante pelea. Por eso, hoy en Argentina se conmemora el Día del Boxeador.

La historia dice que Firpo –apodado el “Toro Salvaje de las Pampas”- desafío a Jack Dempsey, campeón del mundo de la NYSAC. El argentino, nacido en Junín, Buenos Aires, no era un desconocido en el país del norte. Había estado en ese país en 1992 y peleado en tres oportunidades, dos en Newark y una en Nueva York enfrentando a Tom Maxted, Joe McCann y Jack Herman, respectivamente.

Firpo, antes de medirse con Dempsey, apodado el “Matador de Manassa”, y protagonizar la recordada pelea, realizó 9 presentaciones de las cuales ganó 7 por nocaut, 1 por nocaut técnico y la restante por puntos frente a rivales como Bill Brennan, Jim Hibbard, Jack McAuliffe, Jack Herman, Jim Hibbard, Jess Willard (excampeón mundial), Natalio Pera, Pat McCarthy, Joe Burke, Homer Smith, Charley Weinert y Joe Downey.

Julio Ernesto Vila, periodista especializado en boxeo, dijo sobre el combate: “En el primer asalto Firpo acorraló a Dempsey contra las cuerdas y con un certero golpe al mentón lo arrojó fuera del cuadrilátero. El norteamericano cayó sobre la mesa de control, golpeándose la cabeza contra una máquina de escribir. Dempsey estuvo unos 17 segundos fuera del ring, sin embargo el árbitro Jack Gallagher llevó la cuenta a 9 cuando Dempsey logró regresar, ayudado por los periodistas. Esta cuenta increíblemente lenta, sumada al hecho de que Dempsey no volvió al ring por sus propios medios, hizo que muchos reclamaran que Firpo debió haber sido declarado ganador por nocaut”.

Dempsey, que había acusado en la balanza 87 kilos, 16 menos que Firpo, quien pesó 103, se reincorporó y volvió al ring. Muchos afirman que el argentino debió ser declarado ganador por dos motivos: Dempsey no regresó al cuadrilátero por sus propios medios y porque habían transcurrido más de 10 segundos cuando estuvo nuevamente frente al argentino, a quien tiró siete veces en el primer asalto. En el segundo round, el “Matador de Manassa” mostró toda su garra y jerarquía tirando a Firpo en tres oportunidades, venciéndolo por nocaut. El árbitro de aquel combate fue suspendido cinco semanas después por la Comisión Municipal de Nueva York por su conteo, pero la injusticia ya había sido cometida.

Cincuenta años después, en 1973, Dempsey contó en la revista El Gráfico su verdad sobre aquella pelea que para la historia quedará como una de las injusticias más grandes del boxeo. “Para todo el mundo, la pelea duró cuatro minutos; pero para mí -y para Firpo también, según me lo confesó mucho después en Buenos Aires- fueron 240 segundos delirantes, excitantes, quizás los mejores de la historia del boxeo mundial. Me di cuenta al sonar el gong del primer round que las papas iban a quemar aquella noche”.

“Tan pronto nos encontramos en el medio del ring, yo tiré una potente izquierda que no dio en el blanco. Esto es lo único que recuerdo con cierta claridad hasta que terminó la vuelta, porque aprovechando el impulso de mi cuerpo al errar el golpe, Firpo aterrizó su potente derecha en mi mentón. Me sentí como un barrilete en el aire”, admitió.

“Mientras trataba de recuperarme del golpe –continuó–, veía una docena de ‘Firpos’ bailando en medio de las luces del ring. De vez en cuando, yo disparaba un golpe, pero siempre al Firpo que no era el real. Desde un punto de vista yo la estaba pasando mal. Sin embargo, nunca sentí dolor; un golpe de esa índole adormece el físico y le pone una almohada temporaria al cerebro, pero no lo mata. Los boxeadores estamos acostumbrados a tener que capear estos adormecimientos y a esa lucha me dediqué de allí en más”.

“Mi instinto de conservación me pegaba a las sogas; trataba de ganar tiempo y esquivar los golpes del que yo creía era el Firpo real. En una de las tantas imágenes de Firpo que bailoteaban en mi cabeza, choqué finalmente mi izquierda. Lo vi caer. Lo vi levantarse y para mí seguía siendo un cuarteto de ‘Firpos’. Allí cometió un error: en vez de alejarse para complicar mi ataque, comenzó a acercarse y me pegué a él. Todo ese tiempo yo sacudía mi cabeza para borrar de ella la niebla que no me dejaba ver. Esa niebla iba y volvía, pero sin darme tiempo a recuperarme. Lo que yo hacía en esos momentos era instintivo: sabía que no me podía despegar del Firpo real, y esa era mi verdadera y única justificación para poder seguir en pie. Todo lo que quería era subsistir y sabía que para hacerlo tenía que pelear”, puntualizó.

“Tiré a Firpo por segunda vez y tropecé con su cuerpo caído mientras buscaba el rincón neutral. Cuando esto ocurría, la niebla desapareció por un par de segundos”, sostuvo.

“Recuerdo vagamente haber sido apretado contra las cuerdas. Estaba desesperado porque no sabía a cuál pegarle cuando volví a ver claramente. Le di otro golpe en el mentón y volvió a caer. Así tres veces más, según mi entrenador Jack Kearns. Sin embargo, tengo bien clara la trompada de Firpo que pasó zumbando mi oreja y que me recostó en las sogas; recuerdo a la perfección el golpe, que me sacó afuera del ring. Esos segundos fueron una odisea: caí planchado sobre la máquina de escribir del periodista Jack Lawrence y me lastimé la espalda en la caída”, relató con lujo de detalle.

«Le gritaba a los periodistas de esa hilera: ‘Métanme dentro del ring, por favor… Métanme allí que lo mato a ese desgraciado’. Manos anónimas, entre las cuales seguro que estaban las de mi amigo Jack Lawrence, me volvieron a meter dentro del ring. No puedo decir si el referí contó nueve o más de nueve, o si realmente cabía descalificarme al caer fuera del ring. Estaba muy groggy para establecerlo en ese momento. Una oleada de furia me invadió cuando el referí nos volvió a juntar al centro del ring. Firpo se me tiró descontroladamente pensando que yo todavía estaba mareado, pero lo paré con la derecha y le entré con la izquierda, dejándolo chato como un panqueque en su séptima caída del primer round. En mis oídos resonaban los gritos y vitoreos de una multitud que parecían rebotar desde algún eco lejano. No recuerdo cómo hice para llegar a mi rincón cuando sonó la campana del primer round. Me despertaron los cachetazos de mi entrenador Jack Kearns y los gritos de Jerry Greek, quien maldecía por no poder encontrar las sales para reanimarme, que al final aparecieron en el bolsillo de Jack”.

“Me di cuenta que el argentino carecía de la experiencia básica y de los conocimientos técnicos fundamentales del boxeo. Seguía tirando golpes descontroladamente. Insistió en pelear de cerca, lo que me facilitó la tarea; la primera vez, una izquierda lo mandó la lona; la segunda, otra izquierda lo volvió a derribar, y en la tercera llegué con una potente derecha de la que no se pudo levantar. Exactamente 240 segundos que quedarán grabados en la historia del boxeo, los espectadores habían pagado para ver un buen espectáculo  y tanto Luis como yo le brindamos el sudor, el empeño y la acción que todos buscaban”, señaló, entre otras cosas, Dempsey.

Luego de la pelea, Firpo realizó exhibiciones en Montreal, Perú y Buenos Aires. Regresó a principios de 1924 y protagonizó 3 peleas. Ganó 2 por nocaut y una por nocaut técnico. A fines de 1924 volvió a Estados Unidos, para combatir frente a Harry Wills y Charley Weinert, ambas sin decisión. En 1926 retornó al país para pelear y ganarle por puntos a Erminio Spalla. Diez años después, en 1936, reapareció y disputó 3 peleas más. Tenía 41 años, se impuso en las dos primeras por nocaut y perdió la última por abandono, contra Arturo Godoy. Así se retiró definitivamente del profesionalismo.

Luis Ángel Firpo falleció en Buenos Aires el 7 de agosto de 1960. Tenía 65 años. Sus restos descansan en el cementerio de La Recoleta en Buenos Aires. En 1980 recibió el Premio Konex post mortem como uno de los 5 mejores boxeadores de la historia. Combatió en 40 oportunidades, ganó 33 por nocaut, perdió 6 y en una no se presentó.

Fuente: El Diario de la República

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