Desde estas sentidas líneas y haciendo honor a mi costumbre de escribir historias que por sabidas no dejan de ser las verdaderas historias de los lugares, los hechos y las personas, quiero pedirte perdón por no haber asistido al Acto Inaugural de los nuevos consultorios de nuestro querido Hospital de Magdalena en cuyo frente descubro tu nombre en merecido homenaje a tu persona.
Y te pido perdón, estés donde estés, pese a que no tengo ninguna culpa de no haber estado…porque sencillamente no fui invitado ni tuve oportunidad de saberlo.
Junto a mi deberían haber invitado a gente más importante que yo, como aquellos médicos, enfermeras y personal hospitalario, los cuales son la verdadera historia del Hospital.
Sé que las autoridades tanto hospitalarias como municipales pueden con justa razón argüir que el estado sanitario actual de esta insólita pandemia no aconseja actos multitudinarios y quiero creer que ese ha sido el motivo por el cual no hemos sido convocados numerosas personas intra y extra hospitalarias que gustosamente hubieran honrado tu persona.
Personalmente tengo una real congoja porque te conocí como ingresante de la Primera Residencia Hospitalaria de Médicos de Familia que en mi gestión como Director Hospitalario recibí hace más de treinta años y que jerarquizó a nuestro hospital transformándolo en Hospital Escuela a la vez que posteriormente trajimos la Cátedra de Clínica Médica I y a la cual te agregaste como Ayudante de Cátedra.
Fuiste la clase de médico que no veía la Medicina por el ojo de la cerradura de una especialidad. Eras un médico todo terreno ya que donde te necesitábamos vos estabas. Así fue que fuiste médico de guardia, de Unidad Sanitaria, de Clínica Médica y consultorio externo y hasta, cuando fue necesario, te transformaste en hemoterapeuta quedándote como encargado del Banco de Sangre, cargo que desempeñaste en forma ejemplar.
Te recuerdo también contento y explosivo por los pasillos del Hospital cuando ganaba tu querido Huracán al que llamabas por aquel entonces ¨el gallardo puntero¨
Cuando te fuiste del Hospital a probar suerte no recuerdo donde, la vida quiso que te encontrara en La Plata y te dije que tenías las puertas abiertas para volver…y volviste, lo cual guardo como un cálido recuerdo.
Los años y la vida nos separaron, pero quedó para mi el recuerdo de un Médico de los que hoy hay que buscar como aguja en un pajar.
Te fuiste muy temprano, como para pensar que no existe Dios, sin embargo, quedaste grabado para siempre en aquellos que te hemos conocido.
Estuve el día que te fuiste y me quedó grabado para siempre tu cuerpo ya muerto con tu hijo abrazado a vos. Hoy Santiago es médico y el día que se recibió recuerdo haberle dicho que no se olvide nunca que es un Villafañe y que honre tu nombre, cosa que no dudo.
Negrito querido, no pude estar esa mañana de la inauguración, pero quiero decirte que cada mañana que paso frente a los consultorios, miro tu nombre y simplemente sonrío porque tuve la felicidad de conocerte.
PARA TU QUERIDA FAMILIA CON AMOR.
Dr Ricardo D. Cassinelli
Foto archivo: Edición diciembre 2008 Revista Urbano