Se cumplen 60 años del primer viaje de instrucción de una embarcación 100% argentina, que logró visitar sesenta países y unos cuatroscientos puertos de los lugares más remotos del planeta. De su insólita aparición en los billetes rusos al incendio que la mandó a boxes durante años.
La Fragata Libertad, uno de los emblemas del país, zarpó el sábado pasado desde el puerto de Buenos Aires, en un periplo que tiene como misión completar la formación profesional de los guardiamarinas de la Armada Argentina.
Por tal motivo quisimos recordar esta nota cuando dialogamos con Carlos Ondarcuhu sobre su experiencia a bordo del barco más emblemático de la Argentina. El último viaje del buque fue durante nueve meses en 2014 cuando cumplió un periplo por América latina y el Caribe para evitar posibles embargos por denuncia de un «fondo buitre» y no repetir la situación vivida en Ghana, donde estuvo retenida por 70 días. Hoy, a 43 años, revivimos aquel viaje, que recordará para toda su vida.
– Urbano: ¿Cómo llegas a la Fragata?
– Carlos Ondarcuhu: En ese momento estaba haciendo la “colimba” en el 1003, en 122 y 51, y ahí obtuve el mejor puntaje entre muchos de los conscriptos. Entonces te daban la opción de la baja ó el viaje en la Fragata Libertad. Así que sin dudarlo elegí el viaje.
– Urbano: ¿En qué año te embarcaste en la Fragata y qué edad tenías?
– CO: Recuerdo que fue en el año 1973. En ese momento tenía 21 años y la fragata estaba en reparaciones porque el año anterior no había salido y te cuento que tuve tanta suerte que cuando llegué a la fragata, el oficial que estaba de guardia me empezó a preguntar algunas cosas, entre ellas si sabía manejar y le dije que sí. En resumen terminé siendo el chofer del comandante.
– Urbano: ¿De la región había alguien más?
– CO: De acá de Magdalena había un muchacho de apellido Rivero, casado con la señora de Bernardi. Es el padre de Vanesa Rivero, ginecóloga del Hospital y compañera de trabajo. El era cabo principal y pude compartir ese inolvidable viaje con él.
– Urbano: Contame algo de ese día. ¿Te acompañó tu familia?
– CO: Recuerdo que fue mucha gente de Magdalena a despedirme. Mi familia, mis primos, amistades. Fue en julio de 1973, un día nublado y gris y hoy te puedo decir que la partida fue muy triste, sobretodo hasta entrar en ritmo. Calcula que la primer escala la teníamos en La Guaira (Venezuela) después de 23 días de navegación, el comienzo fue duro pero a su vez gracias a Dios tranquilo con respecto al mar. También hubo etapas muy difíciles, como por ejemplo el cruce del Atlántico, por momentos parece que andas en una canoa y que se va a dar vuelta en cualquier momento.
– Urbano: ¿Cómo fue esa experiencia de casi 7 meses de travesía?
– CO: Fue una experiencia maravillosa y si en algún momento tuve duda de hacer el viaje, hoy lo volvería a hacer. La verdad que la pasé bien. Te cuento que la fragata llevaba a bordo un Torino 0km y éramos tres choferes, así que en algunos puertos se bajaba el auto con un ginche, se le sacaba una pasta, que se le pone para protegerlo del agua salada y de ahí a la calle. Por lo general lo usaba el segundo Comandante de Fragata, así que te puedo decir que manejamos en muchos países, con carnet internacional y en Inglaterra que se maneja al revés (risas).
– Urbano: ¿Qué fue lo que más te llamó la atención de ese viaje?
– CO: Me gustó mucho la Costa Azul de Francia, Mónaco, Niza, Monte Carlo, Saint Trope. Recuerdo que bajamos en Francia en el puerto de Toulon y de ahí alquilamos una combi entre 7 y recorrimos París. De ahí volvimos y fuimos a la Costa Azul de Francia. Eso se dio porque nos habían dado justo 8 días de licencia y aprovechamos.
– Urbano: ¿En qué otros puertos pararon?
– CO: Primero paramos en La Guaira, Venezuela, de ahí a Jamaica, pasamos por Cuba, después a Nueva York, Canadá, Inglaterra, Alemania, Francia, Italia, Palma de Mallorca, Africa y Brasil.
– Urbano: ¿Les tenían permitido comprar cosas en los lugares que amarraban? ¿Qué fue lo que te compraste?
– CO: En EE.UU en esa época se usaba muchísimo cambiar mucho los electrodomésticos y los aparatos viejos, la gente los desechaba. Algunos de nosotros se llevaron algunos televisores, radios, hasta que en un momento el comandante nos dijo que paráramos porque la gran cantidad de cosas eran demasiadas (risas). Después recuerdo que de ahí me traje una radio nuevita que la terminé cambiando por dos estatuas tatuadas en madera en Africa. También me compré una cámara de fotos, una Yasika, una de las mejores, un proyector de 8 mm., y una filmadora también de 8 mm. Todavía la conservo.
– Urbano: Recordás alguna anécdota? Contame alguna…
– CO: Una que recuerdo es cuando pasamos Cabo Cañaveral, en EE.UU, donde la NASA hace los lanzamientos. Iba navegando la fragata ya de noche y de un momento a otro, vimos unas luces de vengala, paramos máquina, y cuando miramos hacia el mar con los reflectores vimos flotar un montón de bolsas, cajones y otras cosas. Lo primero que pensamos es que se había hundido un barco, así que bajaron las lanchas para supervisar, pero no encontraron nada. Al tiempo nos enteramos de que en esa zona estaba como vallada de submarinos y parece ser que al momento de sumergirse han arrojado estas cosas que nosotros vimos flotando. Nosotros, lo primero que pensamos que había sido un naufragio.
– Urbano: Llegó el día del regreso. ¿Lo esperabas ansioso? Cómo fue esa llegada a Magdalena?
– CO: La verdad que estábamos muy ansiosos. Queríamos volver. El último viaje fue desde Brasil hasta Argentina, pero a su vez tuvimos que estar parados acá en La Rada, en La Plata, donde fondean los barcos antes de entrar, 10 días pintando toda la fragata, porque antes de entrar al puerto tenía que estar toda pintada.
Recuerdo que ese día que llegamos, había una multitud de gente esperándonos, todos muy contentos, con mucha alegría, más, sabiendo que a uno lo esperaba mucha gente y entre ellos mi familia y amigos. Después de ahí, fuimos con toda la gente que había venido de Magdalena a comer a un restaurante de Buenos Aires. Esa fue mi bienvenida y de la que seguramente nunca me voy a olvidar.
– Urbano: ¿Hoy por hoy tenés algún contacto con alguien?
– CO: Hace unos años atrás que estoy en deuda. Con suerte pude localizar al comandante de la fragata. Sé que tuvo una mala pasada en la vida, perdió a su mujer en un accidente y a la cual yo conocía, ya que durante bastante tiempo al ser su chofer conocí también su familia. Me contacté, quedé en ir a visitarlo, pero pasó el tiempo y hasta hoy no pude concretar ese encuentro. El tenía una Siderurgia en San Luis y me quería llevar a trabajar ahí, pero le dije que no, en ese momento yo estaba en la fábrica Nestlé. Después de un tiempo, este hombre llegó a ser gobernador de Usuahia y de las Islas del Atlántico Sur, en el 1982. Se llama Raúl Eduardo Suarez del Cerro. Así que todavía tengo pendiente ese viaje y ese encuentro.
– Urbano: ¿Qué cantidad de conscriptos había en la Fragata?
– CO: En total éramos como 50, pero cuando fuimos a probar máquina a Puerto Belgrano, el mar nos pegó una paliza bárbara en Cabo Corrientes, el barco se balanceaba bastante y muchos se descomponían. Así que después de esa prueba renunciaron como 25. Después el comandante nos habló y nos dijo que el viaje no iba a ser así y en verdad tuvo razón.
– Urbano: Hoy, después de un tiempo, vuelve a navegar la Fragata Libertad, ¿sentís nostalgia de aquel día?
– CO: Si, en verdad siento mucha nostalgia. Siempre la sigo. El otro día zarpó (23 de abril) y yo no me perdí ese momento por nada del mundo. Es parte de mi vida y de mi historia. Una experiencia inolvidable que seguramente la volvería a repetir.
– Urbano: El mensaje final…
– CO: Un saludo muy especial a todos mis compañeros, a los que pudimos compartir este viaje, y que siempre los recordaré cada vez que llegue esta época del año y la Fragata Libertad emprenda otro viaje por los mares del mundo.
Fuente: Edición impresa de Revista Urbano Mayo 2016
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